Alfa, Bravo, Charlie, Delta by Stephanie Vaughn

Alfa, Bravo, Charlie, Delta by Stephanie Vaughn

autor:Stephanie Vaughn [Vaughn, Stephanie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1978-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Han pasado nueve años desde aquella lección sobre la pólvora. Estoy estudiando un posgrado y también doy una parte de la asignatura de redacción de primer curso en una universidad importante. Un luminoso día de junio, al término del año académico, uno de mis alumnos, un veterano de Vietnam, me regala una oreja humana. Acabamos de salir de la última clase del curso y caminamos bajo una larga hilera de árboles, pasando de la radiante oscuridad de su sombra al baño de luz de la tarde. Faltan dos semanas para el solsticio y tengo la impresión de que el sol nunca ha sido tan brillante.

El alumno se descuelga la mochila del hombro y me dice:

—Como se ha terminado el curso, me gustaría hacerte un regalo.

Por delante de nosotros, los plátanos están separados con tanta regularidad y se arquean con tanta belleza que forman un claustro teñido de verde a lo largo del camino empedrado. El viento, suave y ligero, sopla entre las ramas produciendo el sonido de un pequeño salto de agua.

—No me malinterpretes —me dice—, pero me gustaría regalarte una oreja.

¿Acaso sabía que mi padre había pertenecido al ejército? ¿Acaso sabía que tenía un hermano de diecinueve años en Vietnam? ¿Acaso sabía que mi opinión sobre la guerra se había formado principalmente a partir de las fotografías en color que MacArthur me había enviado, unas fotografías que mostraban a un grupo de alegres jóvenes posando delante del arma de artillería móvil más grande del ejército, con las botas cubiertas de polvo rojo y la jungla levantándose como un templo verde a sus espaldas? Durante un periodo de servicio de trece meses, MacArthur solo me pidió que le enviara dos cosas: corazones de alcachofa en conserva y casetes de los Rolling Stones. Los únicos corazones de alcachofa que encontré venían envasados en botes de cristal y el ejército no permitía su envío, y los primeros casetes que le hice llegar se los llevaron por delante las lluvias del monzón. Volví a enviarle más casetes de los Stones. Y un viejo que los quería vender en el mercado negro se los robó. Volví a enviarle más. Y MacArthur se los regaló a un chico herido al que iban a transportar en avión a un hospital de Tokio.

Se ha dicho que la guerra de Vietnam es la única guerra de la cual sabemos la verdad por el gran número de fotografías que se tomaron de ella. ¿Pero qué verdad y quién la sabe? Una de las imágenes más famosas que nos dio la guerra provenía de una grabación en la que el jefe de la policía nacional de Vietnam del Sur disparaba en la cabeza a un prisionero, un hombre que permanecía de pie, delante del jefe de policía, vestido con pantalones cortos y una holgada camisa a cuadros. El prisionero miraba al jefe de policía a los ojos, lo miraba con miedo y sin esperanza, y seguía mirando con miedo y sin esperanza en el preciso instante en que ya estaba muerto pero todavía no se había desplomado como un trapo en una calle de Saigón.



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